Miércoles
Dani Olivar
-Las fluctuaciones de mi estado de ánimo son espontáneas y vertiginosas. No sé que
es lo que hace que de existir realmente feliz a no importarme nada. Nada de nada. A después
de tomar un mate, colgar la ropa y pasarle un trapo a la mesada, mi felicidad fluctúe como
un objeto diminuto en el agua o en el aire. Las cosas me importan demasiado. Las personas
me importan demasiado. Las palabras de los demás me importan demasiado y después me
sumerjo en un autismo voluntario. - Me dijo eso. Yo la miré y no entendí nada. Bueno algo
pero no mucho, entender a esta gente loca es complicado, pensé. Si fuera mi madre no se
como reaccionaría a eso. Yo la miro a Laura y es como si mirara a una niña. Una niña que
cree que su madre se va a recuperar y que la cabeza le va a volver y que va a saber cuántos
años tiene y que día es hoy. Es mi suegra yo que sé. Yo no sé si sufro por ella, por la vieja,
sufro porque Laura llora todas las noches. No debe ser fácil que tu propia madre no te
reconozca y te porfíe tu propio cumpleaños. Laura vuelve y me cuenta eso. Yo no sé que
decirle. ¿Qué le voy a decir? Nada. Mirarla y abrazarla. Ella piensa que su madre va a
volver a ser su madre y que va a trabajar y que va a poder vivir sola en una casa, regar las
plantas y esas cosas. Laura puso a su madre ahí hace como tres meses porque quedó loca de
no laburar y de estar sola, fue quedando loca. Es un proceso. Como todo. Los vecinos le
empezaron a llamar la atención, decían que le daba las cosas de la casa a una macumbera de
la vuelta. Iba a que le tiraran las cartas y que le dijeran cosas. Yo un día fui con Laura a la
casa y la televisión no estaba, Laura le preguntó donde estaba y ella dijo que la había
mandado a arreglar, como la estufa a gas, como la heladera y un montón de ropa. La
almacenera le dijo que compraba whisky cada dos días y que sino le fiaba le empezaba a
gritar que era una almacenera desagradecida, que ella toda la vida compró ahí. Y se había
vuelto media alcohólica no se qué, pasa que su madre leía mucho, compulsivamente, y
cuando el padre de Laura la abandonó ella dejó de leer. Quedó media mística, pero de ese
misticismo que nadie entiende. Igual creo que Laura cada día cree menos. Cree menos en
todo en general. Y hay días que se levanta optimista y cree que su madre se va a recuperar y
es horrible. Hace unos meses que tomó la decisión de mandarla a esa casa. A una casa llena
de viejos y humedad. Laura me cuenta que trabaja ahí una piba que es la encargada de darle
los medicamentos a la hora que tiene que ser y que limpia y que ella está con los hijos ahí
todo el día, una niñita de 5 años y el otro de 3. Que el otro día estaba tomando mate con mi
suegra y la piba peló las dos tetas y tenía a cada hijo chupándole cada teta así, uno de un
lado y la otra del otro.
- ¡Un niño de cinco años! ¡No podía creer! Estamos todos locos -me decía.- ¡Y mi mamá
está ahi! Pobre mamá ¿entendés? ¿Quién no queda más loco en esa casa? Yo la voy a sacar
y la voy a traer para acá. ¿Vos me apoyás Carlos? Por favor, ayudáme. No sé que hacer.
- Laura calmáte, no funciona así, no la podés traer para acá. Vos no podés cuidarla y yo
menos. No estamos nunca, siempre estamos trabajando Laura. No podés tomar esas
desiciones, sabés que te apoyo siempre pero eso no. -
Llega a traer a esa vieja se quema todo. Está loca y Laura hay veces que no lo entiende.
Los locos no se vuelven más locos. Depende. No sé. Por ver una mina con las tetas de
afuera amamantando a dos botijas no creo que se vuelva loca. Más loca. Está quedando
tarada por la cantidad de pastillas que le dan. Pobre Laura.
- Laura ¿podés tranquilizarte? ¿Porqué no hablás con el psiquiatra? Capaz que te hace bien
saber bien que le pasa a tu vieja. Que vieja de mierda, hace sufrir tanto a Laura, la puta
madre. Queda tan linda cuando llora y mira hacia abajo y no me mira a los ojos por nada del
mundo.
- Ya fui al psiquiatra, la semana pasada y me dijo que no podía sacarla de esa casa, que si la
traía para acá podría enloquecernos a todos hasta el cansancio. No podés seguirle el viaje a
un esquizofrénico bipolar y no se que otra cosa más. Y lloro Carlos ¿entendés? LLORO.
Y Laura golpea sus piernas. Creo que se culpa. Porque piensa que ella es la culpable de que
su madre tenga esa enfermedad de mierda. Que vieja de mierda como hace llorar a Laura.
- Creo que deberías dejar de ir por un tiempo a ver a tu vieja, capaz que si dejás por un
tiempo...
-¿Querés que la abandone Carlos? ¡¿Eso querés?! ¿Cómo voy a dejar de ir a verla? ¡Va a
pensar que la abandoné y eso es peor! Peor que estar solo es dejar solo a alguien Carlos. No
sé que hacer. Dejáme pensar un poco. Dejáme pensar. Dejáme sola.
Enciende el pucho y se queda en silencio. Deja de llorar y la miro y no tiene ni una lágrima
en la cara. Como si sus ojos se hubieran chupado todas las lágrimas de repente. Ni una
lágrima, nada. Se pone el cigarrillo en la boca por demasiado tiempo, más de lo que dura
una pitada. Chupa. Se queda como congelada y lanza el humo que pasó por sus pulmones.
Por sus dos pulmones. Cansados de llorar y de estar dentro suyo. Veo salir el dióxido de
carbono disparado de su boca. Creo que ella lo ve también. Parece estar pensando en una
solución. En un punto final o en un punto y aparte. La miro de a ratos y ella sigue en la
misma posición. No ha chupado el pucho desde esa exuberante primer pitada. Parece que
con esa pitada agarró todas sus fuerzas para empezar a pensar en eso que piensa ahora.
Como un empujón a un abismo tan alto tan alto que necesita esa fuerza para soportar el
vértigo. No sé que decir y pienso que no puedo decir nada. Que si digo algo no tengo la
menor idea de lo que pueda pasar. Lo mejor es quedarme así, mirando como se consume la
ceniza de su cigarrillo y ella piensa y todo sucede al mismo tiempo como un máquina que
funciona así. Ella piensa para que su ceniza se consuma y la ceniza se consume para que
ella piense.
- Laura. Laura. Estoy diciendo tu nombre en mi cabeza. ¿Me escuchás? Estás pensando en
que también vos te podés volver loca y que si tenés un hijo te va a abandonar y estás
proyectándote vos madre loca como te vas a sentir y en este momento estás sintiendo lo que
tu madre siente. Laura. Laura. Escucháme. No voy a dejar que te vuelvas loca. Laura
miráme sin que te diga nada.
Laura reacciona, chupa la última pitada del cigarrillo y toda la ceniza cae gris sobre sus
piernas. No hay silencio, escucho una musiquita que viene de la casa de al lado. Laura se
levanta sin sacudirse las cenizas. Continúa con el filtro del cigarrillo encendido y comienza
a largar ese olor, ese olor que me hace recordar la humillación que sentí cuando encendí al
revés mi primer cigarrillo. Humillación total y justa. Un olor irritante, creado por gusto por
la gente. Apaga el filtro en una cajilla vacía, llena de tela de arañas sin arañas. Laura busca
algo y yo sigo en silencio. Creo que la culpa va disminuyendo en sus ojos pero no se qué es
lo que hace que disminuya. ¿Qué es? Laura habláme. ¿Porqué no me decís nada? Creo que
Laura busca argumentos, rastrea recuerdos que le den la razón a su desición de habérsela
llevado para ahí. Quiere reunir todas las cosas malas que le hizo su madre para no sentirse
culpable. Se va acordando de a una y por año. En orden progresivo. Desde cuando tenía 5
en adelante. De cuando fue a la escuela, de cuando estaba jugando a la escondida, de la vez
que no la dejaron jugar con la vecina, de la vez que su madre no fue a verla al teatro, de
algún regalo traspapelado de Papá Noel. Está bien que haga ese balance, pienso ¿no? Capaz
que su madre fue más mala de lo que pienso. Que en realidad se merece estar ahí. Pero
quien soy yo para andar con vela en este entierro. Yo creo que Laura es inteligente y que no
puso a su madre ahí porque le regaló la estufa a gas a una macumbera. Tiene que haber algo
más. ¿Le pregunto? No. Mejor no le pregunto. Mejor espero a que pase este minuto con
Laura encendiendo fósforos y agarrándolos hasta que se le quemen los dedos. Quizás se lo
pregunte dentro de unos meses. O cuando la vieja se muera. O cuando nos separemos.
¿Estoy pensando en separame de Laura? Creo que debería dejar de pensar. Dejar de
ponerme en la cabeza de Laura. Si yo también tengo problemas. Mi madre y mi padre me
dicen para que vayamos el fin de semana a comer. Pero con este kilombo no se si podremos
ir. No creo que Laura esté dispuesta a que mi padre y mi madre le pregunten por su madre.
Tengo que pensar si le pregunto a Laura si quiere ir. Ese es un problema también. ¿Qué
hago? ¿Porqué Laura pensará que su hijo la va a internar en una casa de esas de mierda?
Nuestro hijo. ¿Qué tengo que enseñarle para que nos trate bien? Para que nos quiera
siempre. Ahora está todo tan dificil que no sé. Si le hablás es porque le hablás y si no le
hablás por que no le hablás. No sé. Laura ¿podés sentarte al lado mío y dejar de moverte?
Voy a traer una botella de vino. Quizás le salga alguna palabra y yo ya deje de mantener
este monólogo insoportable y absurdo. Voy a la cocina. Regreso. Laura no está. Aparece
con el pelo mojado alrededor de su cara, como si se hubiera lavado la cara alevosamente.
De una vez por todas se sienta a mi lado. Me da la mano. Su mano es asombrosamente
cálida y suave. Me mira. Siento que cayó en un abismo y sufrió un vértigo tan grande que
me agarra lla mano para que no la deje caer de nuevo, quiere que prometa algo pero no la
escucho bien, mientras se deja caer encima mio le susurro en la oreja que si, que todo va a
estar bien.