Don Diego de la Mano

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“Prefiero ser huérfano a ser miembro de la FIFA” Diego

 Pícaro. Antiguamente, Maradona hubiera sido un personaje del Cervantes de la Pampa argentina, en la región de la Mano, donde la gente fuera hábil del pie, con un destino prefigurando el desastre de ahora.


Moribundo. Así es el fútbol hoy día. El fin de algo que parecía tan precioso. Un juego que se hace con 22 tipos y que termina con la victoria de los alemanes. Aparte de este 29 de junio del 86 en México cuando el Pibe de Oro recibió la Copa del Mundo que era, también, de oro.


Mortífera. Como la salud del mejor futbolista de todos los tiempos por haber vivido a fondo. 60 años que se terminan como se había adivinado desde mucho tiempo: el corazón gigantesco de Diego se rompió, como el de Paco de Lucía después de un juego de fútbol en la playa.


Vivo. Como el advenimiento de la leyenda Maradona en un barrio pútrido de Boca, Buenos Aires. Una pelota hecha de papel, de esos papelitos que inundan los campos de fútbol de la Albiceleste que la Leyenda, pronto genio, incorporó a los 17.


Violente. En el aire del Camp Nou de Barcelona que atrayó al Pelusa. El sueño europeo de los superdotados del fútbol de las favelas del mundo. Europa. El Eden donde se consagra una carrera de futbolista. Europa, donde Di Stefano, Best, Beckenbauer, Cruiff, pero no Pelé, reinaron.


Espaciales. Como los dribles de Diego en Nápoles donde igualó a los dioses romanos. Como los efectos del caballo que tomaba cada fin de semana después, y a veces, poco antes, del partido contra la Juve de Platini.


Caliente. El encuentro con Fidel en Cuba o su casi traslado al club de Marsella que abortó. Todos imaginamos como una fantasía improbable su asociación con Francescoli, Papin y Waddle en el Vélodrome en fusión.


Sobresaliente. La dialéctica maradonesca cuando uno, o una, intentaba impedir su voluntad. El Pibe libre, hombre de convicciones, goleador estupendo con el pie, la cabeza, y la mano. Jugador instintivo. Príncipe de la pelota.


Cantante. En el film de Kusturica, la mano sobre el corazón, con el micro en la otra como si fuera el Che. Hombre sincero y sensible. Padre orgulloso y tierno. Esposo fiel e infiel. Bailador sobre un hilo entre infierno y paraíso.


Mentor. Como su atípica carrera de entrenador desde la Albiceleste hasta el club de un barrio perdido, último reto de una estrella declinando, como las notas de un tango que acabaron desafinadas mientras que el fútbol se estaba perdiendo en el dinero. Solo quedan las hazañas de su hijo espiritual : Messi sucede a su Padre.


Mito. Ahora al cielo con los otros gigantes de la cultura que desaparecieron. Al lado de Fellini, Camarón, Eva Perón, Garincha y Di Stefano. Dios por entre los Dioses.

                                                                                                   2020

Illustration: Maradona street art

Musique: Kusturica Maradona (film)

https://youtu.be/YHBTzrH8JVM

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